CUENTO SIN TÍTULO

Se había levantado un viento frío y húmedo que barría las callejuelas, hacía temblar las farolas y ahuyentaba a los paseantes. Los hombres del lugar permanecían en silencio dentro de sus casas, con demasiado frío en sus cuerpos como para poder articular alguna palabra. Mis botas llenas de fango partían los charcos sin immutarse. Llevaba tiempo imaginando este día, y hoy me siento con fuerzas, por fin, para acabar aquello que nunca quise empezar, saldar mi deuda, dormir tranquilo.

A día de hoy soy un chico desgarbado y de mirada perdida. Quizás podrán decir de mí que estoy loco. De hecho, soy la clase de personas con las que, a estas horas, nadie querría cruzarse por la calle. Pero mi historia es otra, mucho más compleja y dolorosa de lo que la gente pueda pensar.
Todo es más fácil de explicar si se vuelve la vista tres años atrás, cuando yo, Álex, era tan solo un chico pacífico y tranquilo como los demás.

El día en que todo empezó, el sol lucía. Regresaba a casa después de otra jornada de estudio, con la sonrisa puesta. Como siempre, abrí el portal y subí de dos en dos los escalones hasta el tercer piso, donde la realidad me esperaba.

Con la respiración aún acelerada, metí mi mano en el bolsillo y, al alcanzar la llave, un fuerte estruendo me asustó. Provenía del piso, donde deberían de estar mamá y papá, que con un poco de suerte habría llegado ya del bar (porque sí, señores, esa era la segunda vivienda de mi padre). Abrí la puerta con brusquedad y corrí hacia la cocina lo más rápido que pude, y al torcer el pasillo, recibí aquel golpe del que nunca me he podido recuperar (y, llegados a este punto, me gustaría que observaran el daño que se puede hacer a alguien sin tan siquiera tocarlo). Mi madre descansaba en el suelo, hecha un cuatro, con el rostro ensangrentado. Ahora parecía frágil, justo lo contrario de la mujer fuerte que siempre había conocido. Ante ella, aquell bulto que antes podría haber sido mi padre, pero que a partir de ese momento (por favor, no me llamen loco) fue el monstruo de todas mis pesadillas, dormido y despierto. Hoy aún no he olvidado su cara rabiosa e hinchada, ese olor a alcohol y esa respiración acelerada que parecía la pulsación de una cuenta atrás, una cuenta que hoy, por fin, iba a llegar a cero.

Sigo avanzando, sin prisa pero sin pausa. Hacía tiempo que no pisaba estas calles. Me acuerdo aún de todas estas farolas y aceras, y como otras tantas veces viene a visitarme el recuerdo de mi madre, la fuerte María.

Aún recuerdo el momento, dos años atrás, en que un toque en la puerta interrumpió una aburrida clase de Biología. Por aquel entonces yo ya era el chico alto, fuerte y de sólidos rasgos que soy ahora. La directora me requería en su despacho. Me extrañó porque ya hacía tiempo que había dejado atrás mi época turbulenta en el instituto. Confundido, me dirigí al despacho, donde la vida me esperaba para dejarme K.O. en el segundo round. Lo siguiente que recuerdo es el velatorio donde mi madre, la fuerte María, había encontrado por fin el descanso después de siete años, durmiendo con el que le había robado los sueños. Allí también vi por última vez a mi hermano, que pocos meses después me obligaría a vestir de negro otra vez tras perder la partida que llevaba jugando, ya hacía años, con su amiga la droga. Y allí también estaba él, el único vivo y el que menos lo merecía.

La lluvia empieza a arreciar y aprieto el paso. No tengo prisa, pero tampoco quiero mojarme. Llevo dos años esperando, no vendrá de cinco minutos. El portal está abierto, y como tantas otras veces entro sin pensarlo, subo las escaleras plácidamente, con la calma del que sabe que va a cerrar un negocio seguro. Pulso el timbre. Hace tiempo que no tengo las llaves, aunque tampoco las quiero. Se abre la puerta y lo veo y me ve y su rostro se desfigura. Me gusta saber que se alegra de verme. Él corre, pero ya es demasiado tarde. Lo alcanzó y le devuelvo uno a uno los golpes que él me dio a mí, golpes que no me tocaron pero que fueron peores que cualquier herida herida. Y al fin veo la vida chorrear en su cuerpo, esa vida del color del vino, el vino que tanto daño ha hecho a nuestras vidas y que nos ha convertido en monstruos y verdugos.

Es extraño sentir que tu felicidad se basa en la desgracia de otros. Parece de locos, pero ya saben que yo no estoy loco.

Tranquilo, camino hacia mi vieja cama y me tumbo para encontrar ese descanso que llevaba dos años buscando. La deuda por fin se ha saldado.

Y mientras tanto la tele encendida repite la misma noticia. ...se sigue buscando al joven que escapó de un centro psiquiátrico hace dos dias. Es un joven de aspecto desgarbado, alto, fuerte y de facciones marcadas. El joven padece graves trastornos que afectan a su percepción de la realidad, y fue recluido en el centro tras matar a su madre y a su hermano. Su padre consiguió escapar de milagro. El joven responde al nombre de Álex.

De acuerdo, ahora pueden pensar que estoy loco, pero, ¿no será que están ustedes demasiado cuerdos?


Iván Sierra

CUENTOS REVUELTOS


La segunda actividad del curso consistía en redactar una narración breve y, acto seguido, desordenar las palabras dentro de cada frase. El efecto logrado, desde luego, es sorprendente, y muestra cómo el lenguaje puede transformar un hecho sin importancia en un relato divertido. ¿Hay alguien capaz de reconstruir, mientras los lee, estos microcuentos?

LAURA BERJA

Desayunar cada fui a me día como pueblo al plaza del la bar de. Mi noticias a pedí las y mirar puse me café. Golpe de a que alrededor alguna de molestó oí volaba mi ruidito mosca el. Bicho se nariz mi acercó asqueroso el en se y me sentó. Borde hacia el fue mi asusté cuando las y se taza de empezó a patas la fregar se. Miré la fijamente, la levanté y servilleta paf. Me narices las muerta tocaba hasta mi en flotando café.

AINA JUANOLA

Una levanté me mañana, sol era día tapado hacía pero un. Poco incorporé me poco a irme para ducha a la. Agua fría el salía tardó y rato salir caliente. Fin al salió. Desayuné ducha después salir de la de, con tortitas de chocolate. Fui me la habitación a vestirme a.

EMPEZAR POR EL PRINCIPIO


Hace pocos días, se pidió a los estudiantes que inventaran inicios de posibles relatos, y que esos comienzos presentaran un enigma o una situación paradójica para atrapar al lector desde la primera línea. He aquí los resultados, bastante prometedores:

EDWARD BERNAL

-Encendió la televisión y lo primero que vio le impactó brutalmente.
-Al girar la esquina chocó con un misterioso hombre ensangrentado.
-Abrió la puerta y allí estaba el cadáver que andaba buscando.
-Caminaba tranquilamente cuando sintió el frío cañón de un revólver.
-El barco que debía coger ya había zarpado.

LAURA TAPIAS

- Todos se habían esfumado; aparentemente, estaba solo.
- Nunca supo quiénes eran sus padres, pero ahora lo podría descubrir.
- La noche anterior sucedió, pero no quieren hablar de ello.
- La luz no volvía, y la histeria aumentó por momentos.
- El edificio se derrumbó; fuera se preguntaban qué había sucedido.

CAROLINA ARROYABE

-Un personaje gana un premio.
-Un personaje se niega a pagarle el producto a un vendedor.
-Un personaje se pierde en la calle.
-Un personaje se salta las normas.
-Un personaje se niega a hacer nada en su lugar de trabajo.

LAURA BERJA

-Esa mañana los perros no ladraron.
-Lo despertó la llamada de las 4:15.
-Miguel aún no había llegado.
-Marta y Ester hablaban rápidamente, sin que se las pudiera oír.
-Por fin, después de un año de espera, llegó el coche de aquella estúpida a la que él tanto quería.

CONTAR CUENTOS: ENTRE LA TÉCNICA Y EL INSTINTO


La fotografía que he seleccionado reúne dos símbolos: la técnica, representada por la máquina, y el instinto, cifrado en el chimpancé. La escritura, si es buena, nace de ese equilibrio entre la lucidez y la pasión. En esta sección aparecerán los borradores y los cuentos definitivos compuestos por los alumnos, que previamente habrán sido corregidos y depurados de faltas e incoherencias.